Los humanos vivimos en nuestro espíritu aquello de lo que nos alimentamos. Vivimos según la narración que somos capaces de generarnos. En definitiva, nuestra vida es el "museo de palabras" que nos atrevemos a elaborar. Esto lo concretamos en la selección de aquellos lenguajes con los que conversamos la vida. Los mejores son los creados por los grandes maestros de la palabra verdadera, bella y buena. Aquí se acercan varios modelos El Hamlet de Shakespaeare para saber que nuestra vida es la literatura que somos capaces de escribirnos. El principito de Saint Exupery para aprender las emociones que desde la infancia potencian nuestra creatividad. El Lazarillo para recordarnos que la vida siempre debe tener el saber creativo de la aventura. Las cosas del campo de Rojas Marcos para siempre mantener la fuerza emotiva del cuidado y la visión del paisaje. El lobor estepario de H. Hesse, maestro magnífico de la vida como constante interrogante desde las dudas y las inseguridades. El Quijote de Cervantes, supremo ejemplo de la existencia como escenario de muy variados afanes. Un "museo de palabras", ejemplos de belleza para aprender a pensar y a vivir.